Es posible que uno de los campos que más instrumentos de evaluación
tiene sobre esta problemática se el campo del que hacer médico. La salud es uno de los aspectos más vulnerables
en el individuo, cuando sus más elementales derechos son violentados.
Antes de
adentrarnos en el tema tendremos que definir el marco que encierra lo que
llamamos mal trato infantil, y podríamos definir el mal trato como toda aquella
acción voluntaria o involuntaria, física o psíquica que incurra en la agresión,
alterando el equilibrio somático y mental del sujeto y en este caso del
niño. La conceptualidad de la mayoría de
personas en cuanto al mal trato infantil es mal definida, pues al niño se le
puede mal tratar de múltiples formas; siendo la patria potestad, en algunos
casos, una cortina segadora a la comprensión por parte de los progenitores
sobre los límites que le corresponden.
El derecho que los padres tienen de corregir y educar a sus hijos es
innegable pero la forma de cómo lo hagan, puede ser cuestionable.
El niño en
particular es un sujeto muy vulnerable al mal trato, pues algunos padres
entienden la patria potestad como el derecho de propiedad sobre un objeto,
ignorantes que desde el momento de la concepción el niño es un ente social y
por ende poseedor de todos sus derechos elementales; dependiente, claro está,
de sus progenitores para su ulterior crecimiento y desarrollo. La autoridad que los padres tienen para con
sus hijos debería ser entendida como aquella que natural y legalmente les atribuye la naturaleza y la
sociedad respectivamente; pero siempre que sea encaminada por los cánones del
justo respeto a su condición humana.
El primer
contacto que el niño tiene en la sociedad como individuo, es su familia y luego
según vaya creciendo será su entorno social.
Por esto vemos que uno de los
principales actores en el mal trato infantil son los mismos padres; pudiendo
ser este mal trato imperceptible por los padres y por la misma víctima, cuando
se trata, por ejemplo, de algo muy trivial como sería vedar el derecho de
escoger un color, un estilo, un sabor, un lugar, etcétera; cuando el niño ya
tenga la capacidad de discernimiento.
También la observación por parte de los patojos de actos in públicos o
violentos de sus padres, que aunque no sea contra ellos directamente, les
lastime. De esto se puede pasar al uso
de palabras que en la interpretación que el muchacho haga, le dañe sentimentalmente
o en acciones indirectas que hieran su susceptibilidad, como sería el ignorarlo
o discriminarlo. De esto se pasa a la
agresión violenta, la cual por grave que haya sido la falta del infante, no se
justifica cuando deja cicatrices físicas y mentales. Por último estaría el abuso sexual que ya es
una muestra de lo abominable, de la vil depravadez y de una psicopatía muy
sería. Un castigo ideal sería impedirle
hacer algo que le gusta mucho o quitarle un permiso, previa reflexión que
conjuntamente realice con sus padres.
Hoy por hoy los psicólogos y pedíatras
modernos, desaprobamos los castigos físicos y abogamos porque se
practiquen talleres de análisis que de forma reflexiva y conjunta entre padres
hijos y hermanos, para el mejor trato de los problemas conductuales de los
niños y cuando la gravedad lo amerite acudir a un profesional de la psiquiatría
o psicología.
Luego tenemos que
la sociedad también es mal tratadora, por ejemplo la explotación laboral a los
niños trabajadores, la discriminación racial, étnica o religiosa que se lleva
en algunos centros escolares u otros lugares.
El niño según su edad, no tiene voz ni voto, su derecho a expresarse es
fácilmente vedado. Físicamente inferior
a los adultos, es desplazado y acallado en el reclamo de sus derechos.
Hablando del mal
trato infantil, concretamente en las etnias indígenas, vemos que es muy poca la
literatura que versa sobre este problema en particular. Para comprender lo complejo de esta
situación, en cuanto a las etnias indígenas se refiere y no solamente en
Guatemala; tendríamos que remontarnos a la época prehispánica en donde
podríamos encontrar sus bases conceptuales.
Todas las
culturas indígenas precolombinas, fueron más o menos similares en cuanto su
organización social, en concreto en lo referente a la estructuración social
jerárquica y teocrática, lo que significara la existencia de clases sociales y
esclavos. Esto hace suponer que la
violación de los derechos de aquellos indígenas, como humanos y expresados en
el mal trato, ya era un hecho en aquellos lejanos años. Basta entonces suponer cómo sería el trato a los niños, hijos de los esclavos.
A la conquista de
los pueblos americanos, la situación cambió; posiblemente acabaron los
sacrificios humanos, donde sería de suponer que en algunos casos las víctimas
eran niños. Los conquistadores trajeron
la evangelización y esta impedía los sacrificios humanos para agradar a los
dioses de aquellas culturas indígenas. Entonces
los sacrificios humanos cambiaron de propósito, ahora se hacían por miles y
para satisfacer el sadismo de la peste humana hispánica.
Después de la
conquista, tanto en Guatemala como en los demás pueblos de América los
indígenas fueron desplazados, explotados y humillados. Sus condiciones humanas, de naturales pasaron
a infra humanas, diezmándolos las enfermedades, el hambre y la esclavitud.
Los valores humanos que se pudieron desarrollar en esas
condiciones fueron tales que nuestras etnias heredaron ciertos rasgos de
indiferencia, rudeza e insensibilidad que hacen que la comunidad infantil
indígena, sea la más maltratada ya sea en su micro ambiente como en su macro
ambiente.
Las más altos
niveles de desnutrición, morbilidad, mortalidad y analfabetismo los sufre la
población indígena infantil. El niño indígena desde temprana edad es obligado a
trabajar y es sometido a castigos físicos y privación de oportunidades;
especialmente las niñas. El ideario cultural de las diferentes etnias en
Guatemala es muy parecido en cuanto a la falta de equidad de género y desconocimiento
del niño como un ser en constante cambio y lo que es más en proceso de
aprendizaje y ávido de amor y paciencia.